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viernes, 7 de febrero de 2014

El cerebro muere… y la persona ¡no! ¿qué hacer?

En el NYTimes, enero 9 2014, se discuten dos casos reales. Jahi McMath de Oakland, Calif., que lucha por tener su hija conectada a un ventilador, y por el otro lado; en Fort Worth, Tex., los parientes y esposo de Marlise Muñoz desean con desesperación, que sea desconectada y muera, ambos en muerte cerebral.

Estos ejemplos ilustran las posiciones tan contrarias, que puede tener el tema. Otro caso, aun más dramático, es el de una mujer en muerte cerebral, pero embarazada, quién fue forzada a permanecer en vida artificial, hasta que se demostró; que el producto venia con malformaciones, y se le “permitió morir”.

Una forma coloquial de entender la muerte cerebral es “el corazón late pero el cerebro está muerto”. La diferencia es importante, cuando hay un estado vegetativo persistente, donde las funciones más básicas del organismo, se encuentran presentes, y la persona “en coma profundo” puede respirar por sí misma.

En la mayoría de los estados, en los EUA, se considera la muerte cerebral, como una muerte legal, es decir: se puede desconectar al paciente, y permitirle morir. En dos estados, New York y New Jersey, el hospital debe tomar en cuenta, la opinión religiosa o moral de la familia, antes de decidir como proceder.

Un caso dramático y conocido es el de Ariel Sharon, quien permaneció en vida artificial, por ocho años, antes de ser declarado muerto, y tal vez desconectado.

Una forma de definir la muerte cerebral es: “parte del organismo esta vivo, pero el organismo como un todo—el ser humano—ya se ha ido” según opina el Dr. James L. Bernat, profesor de neurociencias de la Dartmouth’s medical school.

Para la neurología, la muerte cerebral ocurre cuando las funciones primarias, alojadas en el tallo cerebral, están permanentemente dañadas. Esta estructura controla sistemas básicos, como el tono muscular, parte del equilibrio metabólico, y la ventilación. El dictamen de muerte cerebral, requiere que un médico; experto y calificado en neurología, la determine.

El Papa Paulo VI en 1968, escribió la encíclica “Humanae vitae”. Opina; “hacer morir” nunca puede considerarse un tratamiento médico, ni siquiera cuando la intención fuera sólo la de secundar una petición del paciente: es más bien la negación de la profesión sanitaria, que debe ser un apasionado y tenaz « sí » a la vida.

Esta y otras opiniones religiosas; confunden, y han sido ampliamente cuestionadas. Existe un amplio debate sobre: ¿quien tiene la autoridad para decretar que una persona con muerte cerebral sea desconectada? Sin embargo: las leyes de prácticamente todos los países, permiten la desconexión de medios artificiales de vida, para el paciente en muerte cerebral, especialmente si este ha dejado un Testamento de Vida, documento que todos debemos tener apropiada, y públicamente lleno.

La Distanasia; o encarnizamiento terapéutico, es el prolongar, en forma exagerada, la agonía de enfermos, desahuciados y moribundos, sin esperanza de recuperación. Una forma de crueldad a la que todos tememos.

Un concepto moderno es la Ortotanasia; que itenta definir la muerte "en el momento oportuno". Implica: la muerte digna del hombre, y el derecho a determinar la propia agonía, y a morir humanamente. Es “atender al moribundo con todos los medios que la ciencia médica posee actualmente, ser aceptada y conocida por el paciente, en los casos apropiados". Proporcionar todos los remedios oportunos; para calmar el dolor, aunque ello suponga: abreviar la vida. Significa la praxis médica, que deja al paciente morir en paz, porque la prolongación de la vida, a las puertas de la muerte: es irrazonable y desproporcionada.

La Ortotanasia se diferencia de la Eutanasia, en que no supone poner fin a la vida de un paciente. Aunque el proporcionar determinados calmantes, pueda abreviar su existencia, la intención del médico... ¡no es acabar rápidamente con la vida del enfermo!

Por último: hay que considerar que el paciente joven, en muerte cerebral, es el donador ideal de órganos. Ello habrá de prolongar la vida, y evitar el sufrimiento, a muchas personas. La donación de órganos debe alentarse en estos tristes casos.

Dr. Guillermo van Wielink




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