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martes, 8 de abril de 2014

Síndrome de San Google.

La tecnología ha traído; nuevas enfermedades: cibermareo, efecto Google, Nomofobia, depresión Facebook, dependencia de internet (o sus juegos), Cibercondria, etc. Pero… ¿San Google?




Día 1: Eva, una agradable ama de casa de 35 años, con 5 hijos, vivía un día como tantos. Vestía pants azules, hacía ejercicio en su casa. Se contorsionaba en la nueva máquina para lograr un “abdomen plano en 5 días”, cuando de pronto:

—Ouch… (Se quejó de un dolor en Abdomen) —Muscular –pensaba.

De momento la molestia, era de intensidad moderada. Fue aumentando durante el transcurso de la mañana, hasta hacerse intenso. Así que decidió acudir, esa misma tarde, con su médico. Al llegar al consultorio, Francisco;(internista, con la experiencia que dan los años) la exploró. Al levantarle el pie izquierdo a la vez que presionaba el abdomen, Eva sintió que aumentaba el dolor.

—Eva —expresó el facultativo—tienes que hacerte unos rayos X, y estas pruebas de sangre: ya mismo.

Escribió en una receta, las instrucciones para ambos exámenes. —no te daré ningún medicamento por el momento.Llegando a casa, Eva prendió su computadora, fue directa al internet, se metió a navegar en Google, e investigó, hasta que encontró el problema: “síndrome pre-menstrual”. Todo le cuadró perfecto, ¡eso era lo que padecía!

—Los estudios pueden esperar—pensó entonces— No tengo nada que no cure un buen analgésico.

Recurrió al típico Tylenol, una tableta cada 6 horas y claro; un té de manzanilla bien cargado.

Día 2: La hermosa mañana transcurría agradablemente, los niños en la escuela y el marido… trabajando. El cielo estaba despejado, y la cálida brisa, llegaba desde la mar, cargada de un olor característico: esa humedad “salada”.

Eva, recién terminó su diaria rutina de ejercicio pensó — Que bien me siento— el abdomen, casi no me molesta. Aunque el médico habló a la casa en repetidas ocasiones, ella prefirió seguir los consejos de las amigas.

Cinco hijos, dejan a una—se decía— con “abdomen de alforja”. Ya habrá dinero para la cirugía plástica. Se repetía el conocidísimo dicho “no hay mujeres feas solo maridos pobres”. Por lo pronto a pagar colegiaturas.

Día 3: La tarde transcurría en calma, los niños hacían la tarea, y Eva los ayudaba. La molestia del abdomen, aumentaba. Momento de hablar por teléfono y consultar a la vecina, de quien el marido decía:

—“Yo no uso Google, ¿para qué? mi mujer lo sabe tooooodooooo”.

— Ere (se llamaba Eréndira de la Garza y Garza, oriunda de Monterrey) —me duele la panza, creo que es un cólico “de esos” ¿Qué recomiendas?

—Hay huerca, fácil —aconsejó autoritaria—come ligero, relájate, sacúdete las energías negativas, vacía la vejiga y bebe; un té de canela en ayunas. Ya verás que rápido te alivias.

Ere había leído su “fórmula aliviadora” en Google. Mientras hablaba con teléfono con sus amigas, estaba con la computadora prendida y consultando la red. Le gustaba dar la apariencia de una enorme sabiduría. —Para eso está el Google—se decía.

Esta señora, había convencido a innumerables amigas, de no medicar a los niños hiperactivos “aunque el médico diga” —opinaba—“son niños índigo, inquietos pues vienen de otro planeta, que es mas acelerado que la tierra”, “métete a consultar la red y verás que cierto es”.

—Gracias amiga — te dejo, ando ocupadísima con la tarea de los niños.

Mas noche, ya con los niños acostados y antes de que llegara el marido, Eva puso en práctica los remedios recomendados, claro; aderezados con dos pastillas de Tylenol-Noche. El sueño la venció pronto, la molestia había disminuido.

Día 4. Eva estaba por fin, en la escuela de sus hijos. Era la ceremonia del “día de las madres”. Todo eran; emociones y lágrimas contenidas. El tiempo pasó volando, pronto, todos estaban rumbo a casa.

Siendo viernes, se prepararon para las actividades de fin de semana. Para Eva parecía que nunca había descanso. Debía llevar a la “puberta”, de Evita, su hija mayor, hacia la fiesta de la amiga. Llegando, platicó con la dueña de la casa.

—Nancy (de apellidos Puk Nichupté, oriunda de Mérida) —ahí te dejo a mi hija ¡me la cuidas¡

—No Eva ¡quédate un rato!—hazme la compañía ¡ha!

Eva, accedió, estacionó su camioneta, cuidando de no darle “un golpe más”, y entró a la casa. En la sala, había varias señoras.

—Momento de tener cuidado con mis comentarios—pensaba Eva— Todos lo saben: un grupo de señoras de la misma escuela; son más poderosas que el director, o dueño de la misma, y una mala opinión, puede destruir a mi hija. Las horas pasaron, el billón de palabras que una mujer promedio, puede decir al día, finalmente se agotaron.

—Te ves muy cansada linda —opinó Nancy— toma té de Chia ¡es poderosísimo! solo Googolealo y verás, ¡hasta magnesio tiene! Tomarlo es más certero, que disparar una flecha a dos metros ¡ha!

Las “Evas” regresaron a casa. El dolor estaba presente, un poco más intenso. Esta vez; le habló a la tía Engracia, todo un personaje: de la vela perpetua, con años de fumadora empedernida, que le hacían tener una voz, aguardentosa y grave.

—Reza hija—aconsejó autoritariamente la tía — ¡Dios en todo nos ayuda!

Después de repasar el eterno tema de los familiares achacosos, colgaron.

— ¿Dios? — meditaba Eva— ¿existe?


La duda le surgió, unas semanas antes. Después de una extensa investigación que hizo en el internet, sobre dios. Había muchas definiciones; una extensa variedad de religiones que lo explicaban, testimonios de todo tipo, dibujos, imágenes variadas. Pero a Dios:… ¡nunca lo encontró en Google! Con ello concluyó, !No existe ¡

—Eso de rezar mejor no— decidió convencida. Ya en la semana le hablaré al médico, diario me busca el muy pesado.

Día 5. Eva amaneció tarde. Sentía un malestar general. Esta vez al prender la computadora empezó, a chatear con su primo Armando Potions, médico naturista, radicado en San Miguel de Allende, muy consultado por extranjeros que viven en esa ciudad.

—Mídete la temperatura—aconsejó.

Efectivamente, Eva tenía fiebre de 37.8 grados centígrados.

—Que atinado eres primo— le expresó ella en el chat.

—Seguro es el cólico de las señoras, la fiebre es leve – Toma el té de María Auxiliadora.

— ¿Cuál es ese? — pregunto esperanzada.

— Té de tomillo, manzanilla y marihuana (de ahí el nombre). Debe hervir 5 minutos, de dejas todas las hierbas, no lo cueles. Tómalo varias veces al día. Verás cambios para mañana.

—Y puedo hacer ejercicio—preguntó ilusionada.

—Leve—Dijo el primo.

Eva buscó en los escondrijos del marido, hasta que dio con la mota. Además encontró Bicodin en gotas; en su momento se le recetó a la abuela, para los cólicos renales. Con ello se pudo preparar el té, tal cual se le había indicado.
— De Bicodin 5 gotas cada 6 horas—se dijo—así está escrito en el frasquito.

La duda le asaltó, ¿podré mezclarlos? Fue entonces al computador y consultó en Google. Navegó por sitios serios, La Clínica Mayo, el NIH etc.

— En ningún sitio dice que el Bicodin, no se mezcla con el té de María Auxiliadora —entonces dedujo— los tomaré juntos.

El efecto fue maravilloso, la temperatura no bajó… pero no importaba, la sensación era de placer y calma. Aunque no hizo ejercicio en su aparato de “abdomen plano en 5 días” ya veía resultados, estaba duro como nunca. Esa noche llegaría tarde el marido.

— Es la final del fútbol— le había explicado.

Al acostarse algo maravilloso sucedió,¡ vio un ángel!. De la pantalla del computador, se desprendió una forma tridimensional, de múltiples colores que a poco fue tomando forma de un ser alado. Las dos “o” (de Google) se transformaron en los ojos y el resto del cuerpo tenía aquí y allá, algunas letras de colores, con el resto de la palabra mágica.
—No temas—expresó el ser sobre natural.

Eva descansó tranquila, había conocido a ¡San Google!

Día 6. Eva murió. Los diagnósticos de autopsia: Apéndice perforada, peritonitis generalizada, choque séptico.

Este ejemplo; es una realidad que vivimos todos los profesionales del área de la salud. Dejen sus comentarios en Facebook. Hay que hacer conciencia de este problema.

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Dr. Guillermo van Wielink.

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